Lo que la memoria tiene que ver con la excelencia profesional
Hace unos años, había un restaurante cerca de casa al que solíamos ir mucho. A mi marido y a mí nos encantaba, incluso a los niños les gustaba. La comida era buena, los camareros amables, y se respiraba un buen ambiente, ese que hace que quieras volver.
Me gustaba especialmente cómo trataban a mi hijo, estaban pendientes de nosotros, pero tampoco demasiado encima y la sonrisa, siempre la sonrisa. Se acordaban de lo que nos gustaba y lo que no. Ese tipo de detalles no se olvidan.
Pero tras un par de años como clientes fieles, todo cambió.
El personal cambió. Llegaron nuevos camareros.
Y con ellos, llegó el caos. Ya no nos miraban a los ojos. No se paraban a escucharnos.
Andaban por la sala como locos, sin parar, sin foco.
Una vez, un camarero derramó café hirviendo sobre mi marido por no estar atento.
Otra vez, la comida llegó congelada por dentro.
Y en una tercera ocasión, nos cobraron de más. Ni una disculpa, ni una sonrisa. Solo prisas y caras largas.
¿El resultado? No volvimos jamás.
Y, sinceramente, tampoco nos apetece volver.
Poco después encontramos otro restaurante, ese tipo de lugares donde el camarero solo con una mirada sabe lo que quieres.
Incluso en los momentos más ajetreados, sabían estar. Y sabían ver. Se acuerdan del nombre de mi marido, de mi preferencia en cuánto a la bebida y pregunta al niño, cómo le va en el cole. No vamos todos los días, ni todas las semanas, ni siquiera todos los meses, pero se acuerdan.
Hoy no quiero hablarte de mindfulness, ni de atención plena, ni de comunicación consciente (aunque todo eso está ahí, claro).
Hoy quiero hablarte de algo muy concreto. Algo que tenían en común esos buenos camareros y camareras: una memoria entrenada.
¿Buena memoria? No. ¡Memoria entrenada!
Muchas veces escucho eso de:
«Claro, es que tiene suerte, tiene buena memoria… yo no valgo para eso.»
Pero no, la memoria no es cuestión de suerte.
Como dice Jim Kwik, experto en neuroaprendizaje:
«There’s no such thing as a good or bad memory. Only trained or untrained memory.»
“No existe una memoria Buena o mala. Solo existe una memoria entrenada o no”
En cada clase que imparto me propongo algo:
- Acordarme el primer día del nombre de al menos el 50% del grupo
- Y en el tercer día, tener aprendidos todos los nombres
¿Por qué? Porque cuando alguien recuerda tu nombre, te sientes importante.
Y eso es el principio de una relación profesional (o personal) sólida.
Un camarero que recuerda cómo te gusta el café, que si con leche templada, un poco de espuma y una pizca de canela… no está sirviendo solo café. Está creando una experiencia.
¿Quieres mejorar tu memoria?
Aquí te dejo 3 tips que aprendí en el curso de Jim Kwik (en Mindvalley):
1. Asocia lo nuevo con lo que ya conoces
Conecta un nombre con una imagen, una característica, o algo que te recuerde a esa persona. Cuanto más visual, mejor.
2. Usa el método F.A.S.T.
Forget (olvida lo que crees que sabes)
Active (participa, repite, pregunta)
State (tu estado emocional influye en tu memoria)
Teach (enseñar lo que aprendes lo fija más en tu mente)
3. Entrena la atención
Estar presente, mirar a los ojos y escuchar con intención hace que tu cerebro grabe mejor la información.
En resumen…
No seas un camarero que va corriendo como un loco.
No vayas por la vida corriendo, sirviendo tareas y atendiendo a personas sin mirar, sin escuchar, sin recordar.
Ser excelente empieza por estar presente.
Y recordar un nombre puede ser el primer paso para transformar una experiencia en algo inolvidable.
Si quieres llevar tu memoria, tu atención y tu presencia profesional a otro nivel, escríbeme.
Trabajo con equipos y personas que quieren destacar… empezando por lo esencial: ser humanos atentos.